Café, conversación...

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lunes, 8 de febrero de 2010

Escúchanos, dinero, desde el cielo, tu morada


Entró en la iglesia semivacía. Era la primera vez que lo hacía desde que estaba en la ciudad. Tal vez porque no había tenido motivos. Le gustó aquel ambiente de penumbra y fresco, se hacía agradable estar allí. Contempló todas aquellas imágenes, los arcos, las vidrieras, lamentándose de no haber estudiado algo más sobre la historia del arte. En fin, nunca es tarde, pensó.

Siguió paseando. Se paró delante de la figura de un monaguillo con un cepillo en la mano. Estuvo tentado de echar unas monedas, pero se detuvo a medio gesto. Unas pobres monedas no harán mucho. Se dio la vuelta y contempló los retablos bañados en oro y otras imágenes. Todo era tan sacro que se sentía incapaz de rascarse el oído que tanto le picaba.

Finalmente se sentó, puso delante de él la bolsa de Zara que llevaba en la mano, se arrodilló y rezó.


Un cura dormitaba en el confesionario, cerca de él. Abrió los ojos lo suficiente para verlo. Una señal de nuestros tiempos, pensó. Los cerró y se durmió del todo.

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