Café, conversación...

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domingo, 28 de octubre de 2007

El príncipe negro

Le llamaban el príncipe negro por ser el primero en usar el cuero negro como distintivo. Su tupé revuelto y su carácter introvertido y atormentado le valieron el apodo de “Hamlet de cuero negro”. Pero quien entienda el espíritu macarra del rockabilly sabe que Gene Vincent es quien debía haber merecido el título de “rey del rock”. Con razón fue de los primeros rockeros en tener su “estrella” en la hollywoodiense Vine St.

Su música es un reflejo de lo que fue su vida. Guitarras lastimeras aunque esté tocando una canción movida y una voz cínica y desapasionada. La biografía de Eugenne Vincent Craddock es corta y tortuosa, pero tampoco está llena de anécdotas inolvidables. Siempre fue considerado un artista de segunda. Nació en Norfolk, Virgina, en 1935 y ya de niño tocaba la guitarra. A las 17 años se metió en la armada pero un accidente de moto le jodió la pierna y tuvo que salir. El estado le indemnizó pagándole una pensión vitalicia con lo que ya no tuvo que volverse a preocupar de trabajar.

Ya que tenía esa estabilidad económica, decidió probar suerte en el mundo de la música. Total ¿Qué tenía que perder? Así que formó un grupo de rock llamado “The blue Caps” y firmó un contrato con Capitol Records para grabar su primer single. En la cara A venía la canción “Woman Love” y en la B, la que sería su primer gran éxito; “Be-bop-a-lula”. El grupo pasó a llamarse Gene Vincent and the blue caps y empezaron su carrera con un relativo éxito comercial. Éxito que no supieron mantener.

El estilo de Gene era excesivamente macarra para los gustos de la época, algunas letras eran demasiado duras para las quinceañeras que no podían bailar esos solos lastimeros de Cliff Gallup, que después sería sustituido por Johny Meeks. Pese a todo, fue de los primeros rockeros en aparecer en el cine con “The girl can´t help it” (1956) o “Whole lotta loving” (1957).

Sin embargo, Gene Vincent era cada vez más arisco e introvertido. Su pierna le dolía, y solo podía paliar su dolor con alcohol y aspirinas, que ingería en grandes cantidades. Bebía como el que más y sus valores eran bastante discutibles. En 1959, mientras conducía al lado de su amigo Eddie Cochram y su novia tuvo otro accidente que mató al bueno de Eddie (convirtiéndolo en una leyenda del rock) y agravó su lesión en la pierna dejándolo cojo de por vida.

The Blue Caps se disolvieron el día en que Gene quedó con ellos para pagarles y no apareció. Estaba en Alaska con una mujer y no aparecería hasta meses después, con una denuncia de sus ex compañeros u la prohibición de tocar en EEUU.

Marchó a Europa donde durante los años 60 tocó en giras con John Lennon, Cuck Berry o Jerry Lee Lewis y dio de que hablar por sus juicios con sus ex esposas, que eran bastantes. Su éxito iba disminuyendo por momentos y su alcoholismo era cada vez más grave. Así que con treinta y seis años, el 12 de octubre de 1971, murió de una úlcera sangrante en el estómago. Toda una leyenda a reivindicar. La del príncipe de los rebeldes, montado en su chopper, tupé al viento y música inolvidable.

martes, 23 de octubre de 2007

Vuelve el Capitán América, héroe de la libertad



Para todos aquellos que no lo sepan, hay una mala noticia: el Capitán América ha muerto. Murió este marzo por el disparo de un francotirador en los escalones que llevan a los juzgados de la ciudad de Nueva York.


Para los que no sigan las aventuras del adalid de la libertad, pondré en antecedentes. Hace una temporada, Marvel sacó a la luz la serie Civil War, con la que pretendía tomar una línea diferente a lo que viene siendo habitual en el comic de superhéroes: acercar las aventuras de los enmascarados al mundo real (algo que, los aficionados a este mundillo recordarán que Alan Moore plasmó de una forma magistral en su obra maestra Watchmen). Así, la serie se iniciaba con un acto terrorista perpetrado por un supervillano (Nitro): un colegio saltaba por los aires llevándose con él a todos los niños que en ese momento estaban en el interior. Ante este terrible hecho, el gobierno de los Estados Unidos promulga un acta según el cual todos los superhéroes deben inscribirse en un registro de la CIA y revelar su identidad secreta a tal organización: el Super-Human Regist Act (lo que nos vuelve a remitir a la pieza de Moore, donde ocurría un hecho parecido, sólo que allí era el Acta Keene, que declaraba ilegales a los vigilantes). Esto, obviamente, guarda muchas semejanzas con el Patriot Act, promulgado tras los atentados del 11 de Septiembre, sin embargo, Marvel se ha cuidado mucho de expresar una opinión al respecto.


Ante el carácter fascista de la ley, el Capitán América se niega a cumplirla, y es entonces cuando comienzan los problemas: los superhéroes se dividen en dos bandos, anti-ley y pro-ley. El primer grupo está liderado por el Capitán América, y cuenta con miembros como Daredevil, Falcon o Luke Cage; mientras que el segundo está liderado por Ironman, y junto a él encontramos a enmascarados de la talla de el Hombre Antorcha, Mr Fantástico o la agencia SHIELD. Estos bandos, tras un sinfín de números y crossovers que nos provocarán más de un dolor de cabeza, con historias que se intercalan entre sí y no acaban, terminarán por enfrentarse abiertamente. Y aunque el Capitán gana la guerra, comprende que su deber es proteger a la gente, y no luchar contra sus amigos. Por lo que se dirige al juzgado a testificar. Sin embargo, en las escaleras, un francotirador, agente de Red Skull, acaba con la vida de Steve Rodgers.


Hasta aquí, los hechos. Ahora, la noticia. Marvel, que no se había pronunciado al respecto hasta ahora, ha comunicado que el Capitán América volverá a las viñetas en breve. Sin embargo, de momento no será Steve Rodgers el que vista el traje (ya que está muerto y enterrado) y se barajan nombres para el sustituto. Además, el nuevo Capitán será una persona bastante diferente, y llevará pistola.


A nadie se le escapa el carácter comercial de esta maniobra de Marvel ante la pérdida de ventas de ejemplares de las aventuras del Capi, sin embargo, este hecho tiene una lectura política mucho mayor. El que quiera entender, que entienda.

jueves, 18 de octubre de 2007

Jesse James, el forajido de leyenda

Parecía dormir. Era necesario fijarse para darse cuenta de que su pecho no se movía rítmicamente. Su cuerpo, a pesar de no superar el metro ochenta, parecía enorme embutido en aquella caja de pino. Las moscas paseaban sobre su rostro bien parecido y los párpados cerrados impedían ver aquellos ojos azules capaces de traspasar a un hombre con la misma facilidad que una bala. El rostro del asesino de diecisiete hombres parecía relajado aquel 4 de abril de 1882. No temía el encuentro con su hacedor porque no se arrepentía de nada.

Desde muy joven el fantasma del padre ausente le pesaba en el corazón y había conocido el sabor de la batalla a los catorce años. A las órdenes de Bloody Anderson había defendido su hogar, Missouri, en una unidad de guerrilla y cuando todo terminó supo que jamás se adaptaría a la vida contemplativa. Cabalgó junto a antiguos camaradas y cometieron el primer robo armado tras la guerra. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su vida sería diferente a todas las demás. Junto a su hermano Frank y los hermanos Younger robó bancos y, sobre todo, trenes. Le encantaba robar trenes. Los trenes de la Unión. Era su forma de decir: "No me reconstruiréis".

El editor del Kansas City Times, John Edwards, lo convirtió en héroe. Allan Pinkerton, el líder y fundador de la agencia de detectives, puso precio a su cabeza. Le acosaron, persiguieron y dispararon. Mataron a sus amigos. John Younger murió en marzo de 1874. Un mes después, se casó. Tuvo cuatro hijos. Dos, los gemelos, murieron en la infancia.

Pero echaba de menos los viejos tiempos. Reunió a la vieja banda y entraron en el Banco Nacional de Northfield, en Minnesota. Pero las cosas se torcieron. El cajero se negó a abrir la caja y le voló la cabeza. Al salir, los que habían esperado fuera estaban muertos. La emprendieron a tiros. Consiguieron salir dejando a dos hombres muertos en plena calle. Él y su hermano Frank se separaron del resto. Más tarde oyeron que Cole y Bob Younger habían sido hecho prisioneros y que él otro que había logrado escapar, Charlie Pitts, había muerto. La banda ya no existía.

Se fueron a Tennesse, donde cambiaron de nombre pero no de vida. Reunió a una nueva banda en 1879. Robó más trenes. Pero no era lo mismo. Los miembros morían o eran capturados. Empezó a ver traidores, y estaba en lo cierto. Mató a uno de los suyos. Volvió a Missouri sin su hermano Frank.

Con la banda destrozada, se fue a una casa no lejos de donde pasó su infancia y se asentó allí con su familia y los dos únicos hombres en los que podía confiar: Charlie y Robert Ford. Ahora su cabeza valía diez mil dólares, pero ya no le importaba. Se sentaba ante la puerta con un puro en la boca y recordaba tiempos mejores. Escuchaba como Robert le adulaba. Se convirtió en su amigo, su confesor. Era una imagen a imitar, un ídolo a venerar y, con el paso de los días, un hombre a suplantar. El 3 de abril de 1882 desayunaron los tres sin mediar palabra. Después subieron a un cuarto, Ford armado, él con las manos en los bolsos. Ford se colocó detrás de él, levantó la pistola y le disparó en la parte posterior de la cabeza. El olor de la cordita llenó el cuarto mientras treinta y cinco años de leyenda caían al suelo donde se formó una mancha de sangre tan roja y tan oscura como la del resto de los hombres.



Jesse James nació en Clay County, Missouri, el 5 de septiembre de 1847 y murió asesinado por Robert Ford el 3 de Abril de 1882 en Saint Joseph, Missouri. Ha sido objeto de numerosas películas, la última de ellas, "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", se estrenará en breve con Brad Pitt en el papel del fuera de la ley. Además, Bruce Springsteen cuenta su historia en la canción "Jesse James", en el disco We Shall Overcome.

¿Si la naturaleza no fuera tan salvaje, podrían los hombres ser tan libres?