Café, conversación...

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sábado, 3 de octubre de 2009

Malditos Bastardos (II)


Capítulo dos: "Malditos Bastardos"... o ¿alguien dijo McGuffin?


Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, un grupo de soldados judíos americanos esperan firmes a un individuo chulesco, algo paleto y sanguinario, con cicatriz en la garganta incluida: se trata del teniente Aldo Raine (Brad Pitt; sí, el cabeza de cartel no sale hasta pasada casi media hora de película), nombre derivado del actor Aldo Ray, que apareció en clásicos bélicos como "La colina de los diablos de acero" (Anthony Mann, 1957) o "Boinas verdes" (John Wayne, 1968) y que ya era mencionado en aquel intento de Tarantino de estrenarse en el mundo del cine, llamado "El cumpleaños de mi mejor amigo" (QT, 1987).

Tras el discurso, al más puro estilo de "Doce del patíbulo" (Robert Aldrich, 1967), la imagen corta de forma abrupta a un Adolf Hitler con capa roja como un emperador romano, que rumia la furia que siente contra un grupo de soldados judíos conocidos por todo el ejército alemán como "Los bastardos", y de los que se rumorea que son imposibles de detener e incluso que uno de ellos se trata del golem en persona. Estamos en 1944, poco antes del Día D.

Es en este momento, cuando ni siquiera llevamos una hora de cinta, cuando nos encontramos con el gran (y casi el único) error de "Malditos Bastardos": la falta de metraje. Puede resultar curioso que en una obra de 153 minutos se eche en falta duración, pero así es. El corte resulta demasiado brusco, y se nota a las claras que falta historia que contar. Se echa de menos alguna escena de entrenamiento duro y alguna que otra perorata de Pitt a sus hombres. Sin embargo, en cierto modo podemos quedarnos tranquilos: el propio Tarantino ha admitido que ha cortado bastantes escenas y de éstas, aunque no todas, muchas pertenecen a los Bastardos y su devenir durante la guerra. No deja de resultar gracioso que, después de toda la publicidad y los carteles e incluso el mismo título, los Bastardos no sean más que un "McGuffin" de Tarantino para contarnos la historia que le da la gana. Algunos le verán la gracia al asunto, otros lo consideraran un homenaje a Hitchcock y otros una jodienda.

El resto del capítulo es un flash-back en el que un soldado alemán (marcado con la esvástica en la frente como muestra de que los Bastardos le han dejado libre para que lo cuente) relata como él y sus compañero sufrieron una emboscada por parte de Aldo "el Apache" Raine y sus hombres. Mientras el resto de la unidad se dedica a arrancar cabelleras a los muertos, Raine interroga a un sargento alemán que, tras nuevo guiño al spaguetti western con música de Ennio Morricone acompañando, sufrirá en sus carnes las consecuencias del gusto por las referencias a la cultura popular americana de Tarantino, en forma de bate de béisbol empuñado por el Sargento Donnovitch , conocido entre los alemanes por "El oso judío", interpretado por Eli Roth (director de "Hostel" y amigo personal de Quentin) quien, a pesar de su falta de experiencia (su único papel anterior era una conversación en un bar en "Death Proof") borda al Bastardo neoyorkino.

A su vez, dentro del relato del soldado nos encontramos la historia del soldado Stiglitz (Til Schweiger) en una deconstrucción temporal muy al estilo del director.

McGuffin o simple resultado de los cortes de Tarantino (digo de él, porque es seguro que los productores, los hermanos Weinstein, no se han quedado nada contentos al ver que las escenas que más faltan son las de la estrella de la producción) lo cierto es que con el final de este capítulo también tiene final lo que mucha gente podía esperar de la película debido a los trailers, y los Bastardos pasan a ser otros personajes cualesquiera en la gran historia que es "Malditos Bastardos".