Café, conversación...

Café, conversación...

lunes, 28 de diciembre de 2009

No da lo mismo, madre



Diego se había despertado incómodo de volver al mundo. Le había rescatado de un sueño rarísimo el locutor del noticiero matinal. Hecho el agravio, no quedaba otra que levantarse. Apagó la radio, vengativo.

Afeitado y ducha. Vaqueros y sudadera. Tal vez bufanda. En la cocina, leche fría y cereales. Sin novedad. Tomaba lo mismo desde hacía años. Encendió la tele: "...el dirigente socialista añadió que el acuerdo al que se ha llegado está lejos de resultar...". Más leche, cereales. Diego seguía atacando su desayuno. "Hoy va a hacer frío, sí. Por cierto, menuda presentadora tienen en esta cadena". A por otro poco más de leche, y un puñado extra de cereales. Sin embargo el sonido característico que hacen los cereales al deslizarse por la caja, fue reemplazado por un ominoso silencio, justo después de que dos copos y 2,76 gramos de migas de trigo se precipitasen en el tazón.

Horror. Diego fue en busca de su madre. La comunicación telegráfica resultaba extremadamente útil a estas horas de la mañana:

- Madre. Necesito cereales. Se acabaron. ¿Vas a ir a comprar?

- Hoy tengo médico.

- Grrhh.

Un contratiempo. Pero Diego no se desanimó: los compraría él mismo al volver de clase, y mañana desayunaría como Dios manda. Cereales y chica del telediario.

Así, a eso de las 15.05, hora local, Diego entró en el supermercado. Sin que le temblara la voz, preguntó a la cajera por la "sección de productos de desayuno", y caminó resuelto siguiendo sus instrucciones. Después de otras tres entrevistas con el personal del establecimiento, logró alcanzar el objetivo.

Ante su vista se alzaba, inabarcable, una estantería llena de cajas de cereales. Diego no perdió la calma, y comenzó un primer examen. HappyChoco, 2,34 €; CornXtra, 1,89 €; TrentKilo, 2,17 €. ¿Dónde estaban los suyos? Era una caja verde con un muñeco feísimo. Milk & Sugar, 3,05 €; SimplFlakes, 1,04 €. HoneyMagic, 2,85 €.

Como los condenados cereales del monstruito no se dignaban a dar la cara, Diego pasó al "Plan B": escogería otra marca. Los CornXtra no tenían mala pinta, pero estaban fabricados en Portugal, y no quiso arriesgarse. "Seguro que están rancios", pensó. Quedaban descartados los SimplFlakes, por ser "demasiado baratos". Poco a poco fue rechazando la mayoría de las opciones, hasta dejar una grupo de tres. Como el tiempo pasaba, y ninguna de ellas parecía aventajar a las demás, pensó en tirar una moneda. Luego descubriría que el tradicional sistema es ineficaz con los tríos.

Cuando Diego abandonó el supermercado, con una bolsa en la mano izquierda, la carpeta en la derecha y una sonrisa en el rostro, eran las 15.41, hora local de nuevo. Por supuesto, al llegar a casa, sus progenitores se interesaron por la causa del retraso.

- Es que no había de los del bicho, que son los que traes tú siempre.

- Haber cogido los primeros que hubieras visto, los más baratos. ¿Qué más da unos que otros, si te los vas a comer igual?

- No da lo mismo, madre, no da lo mismo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Silvia y Felipe, 35

Ella le miró fijamente: Felipe había devorado el platito de aceitunas. Imperturbable, él dio un trago a su cerveza, y se manchó su corbata y camisa. Silvia no quería torpes, y se marchó del bar.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad

domingo, 20 de diciembre de 2009

Una oración

Estamos en Adviento, tiempo de espera, de preparación para el nacimiento de Jesús. Muchos nos preguntamos en ocasiones qué significa esto exactamente. Yo no estoy seguro. Pero supongo que para los cristianos significa estar contentos y tener confianza en Dios.

Sé que suena muy raro en estos días. Pero el otro día, escuché una hermosa canción que me hizo pensar acerca de la fe. Y tratando de comprender lo que decía, todas esas cosas se me hacían más fáciles de entender. Supongo que habrá muchas personas que en estos días se encuentren en la misma situación que el protagonista de esta historia. Y tal vez algunos sientan esa misma necesidad de alzar la mirada al cielo, estando hundidos, y musitar confiados esas palabras que canta T. Graham Brown: "En una ocasión, convertiste el agua en vino. Ahora, aquí de rodillas, miro hacia ti, Padre. ¿Me ayudarías a que el vino vuelva a ser agua?".

Esperemos que así sea. O lo que es lo mismo: amén.



viernes, 18 de diciembre de 2009

He dicho que no se fuma, leches

Queridos clientes, amigos, se acabó lo que se daba. Ya se sabe: Año Nuevo, vida vieja.

Porque volvemos a lo de siempre, a practicar la imposición, tan española distracción. Aquí los que mandan no pasan las horas en un despacho jugando al minigolf, con la corbata floja y sin pantalones, como en los States. ¡Qué va! Aquí nos gusta meter el dedo en el ojo del prójimo. Mínimo una vez a la semana, que si no se nos atrofian la envidia y la mala leche. Y para eso el Gobierno -los gobiernos, no se crean que aquí hay demasiada diferencia- está el primero de la lista. ¿Fastidiar al ciudadano? Me apunto. Esta tarde tengo un hueco.

El año 2010 nos trae, gracias a la intercesión del presidente Rodríguez, una nueva prohibición. Nada de fumar en bares, restaurantes, peluquerías, tiendas de cómics, joyerías o talleres mecánicos. Fin del negocio. A fumar a la calle. Y estando agradecidos, a ver si el año que viene se nos calienta y nos da por restringir el tabaco al ámbito casero.¡Arrestro domiciliario, oiga! ¡Personajes siniestros estos fumadores! Pase que algunos no tengan ni pizca de educación, y es verdad que te atufan. Pero una cosa es una cosa, y seis media docena, que dicen en mi pueblo.

Por cierto, que no quiero ser malvado, pero teníamos algún que otro asuntillo prioritario por resolver en este país, ¿no? Sí, hombre, esto de los parados y tal. Bueno, para otro momento. ¡A seguir bien, fenómeno!


martes, 15 de diciembre de 2009

Ciudad solitaria




Suele suceder en Navidad. Por mucho que los anuncios de turrón digan lo contrario, esta es la época de la soledad. Precisamente porque no debería serlo. Cuestión de contraste; las diferencias se acentúan. El pobre es más pobre en diciembre, cuando la caridad se hace mayor, y el consumo se hipertrofia. Y el que vive solo -el que está solo-, se da cuenta de ello, en Navidad más que nunca.

Pasan la Nochevieja solos, en casa, porque si salieran a la calle se sentirían peor, entre tanta gente. Así que se ponen una vieja película, entre lo trágico y lo cómico, por ver si a pesar de todo les da ánimo. Y se toman unas cervezas. No por beber, sino por pasar el rato, mientras Jack Lemmon espera a que desocupen su apartamento. La historia de siempre.

Los que tienen suerte, no repiten al año siguiente. Pero sé que hay muchos que siguen igual, escuchando esas melodías tristes de la ciudad solitaria. Con luces y arbolitos con adornos. Solitaria y fría.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El cuarto poder


"Sin ir más lejos, en una ocasión Jakes fue enviado a informar acerca de una revolución que se había producido en una de las capitales balcánicas. Se quedó dormido en el coche-cama, se pasó de estación, no se enteró de su error, salió, se fue directamente al hotel, y mandó por cable una crónica de diez folios sobre las barricadas, las iglesias en llamas, las ametralladoras que respondían como un eco al tecleo de su máquina de escribir, mientras un niño yacía muerto, como una muñeca rota, al pie de la ventana de su habitación... Bueno, ya sabe.

En la redacción se quedaron bagtante sorprendidos al ver una crónica así procedente del país vecino al de la revolución, pero confiaban plenamente en Jakes y seis periódicos nacionales sacaron la noticia en primera y a toda plana. Ese mismo día todos los enviados especiales que estaban en Europa fueron advertidos de la nueva revolución. Se presentaron a montones. Aparentemete todo estaba tranquilo, pero se jugaban el empleo si ellos contaban que no ocurría nada mientras Jakes seguía enviando sus diez folios diarios llenos de sangre y estruendo, de modo que se hicieron eco de sus crónicas. Bajó el precio del papel del Estado, hubo pánico en la bolsa, se declaró el estado de emergencia, el ejército fue movilizado, la gente empezó a pasar hambre, hubo amotinamientos, y menos de una semana después se produjo en ese país una auténtica revolución, tal como había estado diciendo Jakes. ¿Todavía duda de que la prensa es el cuarto poder?".


¡Noticia bomba!, de Evelyn Waugh. 1938

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una postal

Querido Auggie,

¡Feliz Navidad y Feliz Cumpleaños!

Hacia tiempo que no me paraba a pensar sobre la vida. Creo que es algo que a la gente le pasa a menudo. Me refiero a vivir y no saber porqué.

Hace un par de días, mientras caminaba tranquilamente –el frío daba un respiro y la mañana era perfecta para pasear incluso aquí- empecé a recordar, de casualidad, los viejos momentos. Me di cuenta de lo distintas que eran para nosotros las cosas cuando aún vivíamos en el barrio, cuando íbamos al instituto y nuestras madres nos preparaban los bocadillos. Y nosotros gastábamos el tiempo jugando, haciendo deporte, persiguiendo a las chicas y riéndonos por todo. Sobretodo eso, riéndonos. Antes lo hacíamos hasta que nos dolía la tripa. Es lo que más echo de menos.

Por eso me he decidido a escribirte, Auggie, para que sepas que aún recuerdo esas cosas. Se supone que la Navidad es tiempo de esta clase de pensamientos. No sé. Tal vez me esté liando yo solo. Voy al grano: Auggie, felicidades por tu cumpleaños. Espero que ahora que todo es tan distinto, que tienes la vida encarrilada, que en ocasiones tendrás que echarle huevos para abrir el estanco cada mañana, espero que de vez en cuando te acuerdes de los buenos momentos que pasamos en el barrio. Cuando le descolocábamos las revistas al señor Niles, en Lincoln con Nostrand. O aquella vez que arañamos el coche del pastor creyendo que era el de la señorita Kendall.

Pues eso, Auggie. Tómate una cerveza a mi salud. Y otra a la tuya, ¡qué narices!

¡Feliz Cumpleaños!

Tu amigo,

Rick

sábado, 5 de diciembre de 2009

Fast train

(Para leer con la siguiente canción como fondo musical)



* * *


La pierna empieza a doler en noviembre. Es así todos los años, desde hace cuatro. Desde que me la rompí en tres partes al saltar de un tren en marcha. Como en una película. Solo que a mí me duele. Dicen que es el frío, que irrita mis machacados nervios. Yo pienso que es una especie de recordatorio. Mi tiempo de Adviento particular. Si Dios bajó del cielo y se hizo hombre, yo soy aquel que saltó de un tren y pasó la Navidad en un hospital.

- ¿Qué hay, Maldonado?
- Frío, Jose. ¿Esperabas otra cosa? Ponme un botellín, ¿quieres?

Aquí no conocen mi historia. ¿Creen que a estos tipos les importa que te duela una pierna? Algunos ni han notado que he entrado. Todos tenemos nuestros problemas, supongo. Por ejemplo, aquel que está al fondo. Es un viejo cliente. Le trasplantaron hace un par de años, pero ahí sigue, pidiendo y bebiendo, solo, sin prestar atención. Dice Jose que todo lo hace con gestos. Buenas noches, ponme otro, ahí van diez euros. Un desastre.

- Aquí tienes.
- A tu salud, Jose, que la mía no está muy allá.
- ¿La pierna? Bueno, te voy a poner un disco. "Don't give up on me", de Solomon Burke.
- Dale.

Es un buen tipo, este Jose. No sabría decir si es mi amigo o no. Vengo aquí cada semana, y me tomo un par de cervezas. Escucho música y cruzamos algunas palabras sobre sus discos. Siempre tiene cosas nuevas, y rara vez pincha algo dos veces. Si no lo escuchas, te lo pierdes. Como la vida misma.

- Suena bien, la verdad.
- ¿Has escuchado el último suyo?
- No
- A mi no me gusta demasiado. Pero este sí que es bueno.

Lo era de verdad. Me gusta la música de Jose, tan pausada, tan profundamente tranquilizadora. Justo lo contrario que un tren. Esos cacharros siempre me han asustado. Por eso salté. Íbamos de vacaciones. Lo habíamos planeado durante varias semanas y parecía perfecto. Decidimos ir en tren, y quise aceptar el reto. Pasé la primera hora de viaje con los ojos cerrados, el estómago del revés y la cabeza dando vueltas. Y al final tuve que hacerlo.

- Bueno, Jose. Voy a ver si vuelvo a casa, que ya va siendo hora.
- Muy bien, Maldonado. Gracias.
- Hasta la próxima.

Después del descanso, la pierna duele menos, pero llegando a casa empieza de nuevo. Es el frío. Y pesar de todo, hay gente por la calle. Es día de salir. Tienen planes y no les importa que la ciudad sea un congelador. Eso sí, apuesto a que ninguno de ellos hubiera saltado del tren. Posiblemente les parezca una locura.