Café, conversación...

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sábado, 26 de septiembre de 2009

Luces de sábado por la tarde

El otro día veía en "Friday night lights", serie (genial, por cierto) creada por Peter Berg basada en su propia película del mismo título y que trata sobre un equipo de fútbol americano de instituto de una ciudad de Texas; veía, digo, como los jugadores construían un campo artesanal por orden del entrenador, hombre de principios harto de que lo único que no importara en el campo fuera el deporte.


Algo parecido me hubiera gustado que Guardiola (al que todos los culés estaremos eternamente agradecidos) hubiese hecho al recibir la noticia de que hay que jugar a las tres de la tarde para entrar en el mercado asiático. Escuchando sus declaraciones del otro día cualquiera podía darse cuenta de que no estaba de acuerdo. No sólo él, que al fin y al cabo es un entrenador más, tampoco están conformes jugadores ni, los que deberían ser más importantes, los aficionados. Y esta norma excluye del todo a los aficionados. Porque, gustándote el fútbol, un plan perfecto para el sábado era quedar para ver el partido y luego salir. O simplemente, quedarse en casa y después a la cama. Pero, ¿qué se puede hacer con un partido que se juega a las tres? La mayoría de bares ni siquiera abren a esa hora. Por no hablar de algo en lo que se viene insistiendo mucho últimamente, aunque parece que no se trataba más que de fachada: la seguridad de los jugadores. Un partido en mayo a las tres puede ser mortal, pero claro, aquí el que manda es el dinero.


Por lo visto todo ha sido idea de Florentino, el "Rey Midas" del fútbol. Todo lo que toca se convierte en oro (yo también podría hacerlo, vendiendo la ciudad deportiva al ayuntamiento y con el nombre del Real Madrid para obtener un crédito). La verdad es que se podía tocar la boca a ver si se convertía en oro macizo y se callaba de una vez. Y es que un tipo salido de la construcción no puede ser bueno: la solución a base de billetes no funciona en el fútbol. O, tristemente, no debería funcionar, porque los hechos me quitan la razón y en el fondo no toda la culpa es de Florentino. Él tan sólo es el detonante. Si los directivos de la liga le hacen caso, él no les va a decir que no. Aunque tampoco los presidentes de los equipos se quedan fuera, ni los jugadores ni... los aficionados. Sí, nosotros también, desde el momento en que permitimos que las entradas y los abonos tuvieran precios tan altos, o desde el momento en que acuden más de cincuenta mil personas a la presentación de un fichaje cuyo precio bien podría alimentar a familias necesitadas durante años. En el momento en que permitimos todo eso, nos convertimos en cómplices. En cómplices de que lo que menos importe sea el fútbol. Quizá ya sea hora de que construyamos nuestro propio campo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Malditos Bastardos (I)


(Atención, es seguro que contenga spoilers)


Todo empieza con una frase de cuento: "Érase una vez... en la Francia ocupada por los nazis". Teniendo en cuanta esto, poco debería importarnos el rigor histórico de lo que vamos a ver durante las próximas dos horas y media. Porque no nos engañemos. "Malditos bastardos" puede estar ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, pero no es una película de guerra. Su tema central es el cine. El amor al cine y lo que éste significa: el cine como religión, como vida y también como arma, arma al servicio de la venganza y la justicia.

No todos los días tiene uno entre las manos una joya como ésta, así que vamos a adentrarnos un poco más en ella.


Capítulo 1: "Érase una vez... en la Francia ocupada por los nazis" o cómo convertir la invasión nazi en un spaguetti-western.

Desde los créditos de inicio ya sabemos que estamos ante toda una declaración de intenciones. La banda sonora de "El álamo" (John Wayne, 1960), con la canción "The green leaves of summer", da comienzo a uno de los mayores homenajes al cine que se han hecho nunca.

Tras los créditos pasamos a una escena clásica: una casa en medio de la nada, un campesino y un individo vestido de negro que se acerca. Alguno ya lo habrá reconocido, pero se equivoca, no es Lee Van Cleeff en "El bueno, el feo y el malo" (Sergio Leone, 1966), a pesar de que la imagen sea un calco de aquella con la que empezaba el clásico del spaguetti. Se trata de el coronel de las SS Hans Landa, en palabras del propio Tarantino, "el mejor personaje de toda mi carrera", experto en perseguir judíos hasta el punto de ganarse el sobrenombre de "caza-judíos", un indivio que domina todas las lenguas, capaz de pasar de la mayor amabilidad a la cólera en cuestión de segundos, interpretado por Christoph Waltz en un papel que le ha valido el premio al mejor actor secundario en el pasado festival de Cannes.

A continuación seremos testigos de una escena típica del genio de Knoxville, a las que nos tiene tan acostumbrados desde que comenzara "Reservoir dogs" (Quentin Tarantino, 1992) con su monólogo sobre Madonna, una de esas conversaciones aparentemente insustanciales, largas hasta decir basta, más propias del teatro que del celuloide. Este diálogo, aparentemente inofensivo, recuerda, en un autohomenaje del propio Tarantino, a la llamada "escena siciliana" de "Amor a quemarropa" (Tony Scott, 1993, con guión del propio Tarantino), donde Christopher Walken y Dennis Hopper protagonizan otra conversación en la que, como ésta, la tensión va creciendo hasta estallar en una violencia con todo su esplendor, en el caso que nos ocupa, con guiño a "Centauros del desierto" (John Ford, 1956) incluido, en el momento en el que se desvela por fin si el campesino francés está ocultando o no a una familia de judíos, los Dreyfuss.

Acabamos de ser testigos de los mejores primeros veinte minutos de una película de Quentin Tarantino y de una escena que pasará a la historia del cine. Sin embargo, no se trata solo de eso, porque también hemos sido testigos de una de las claves de la película: el uso de varias lenguas (la escena comienza en francés para pasar al inglés, hecho que también tiene su importancia en la trama), lo que hubiera debido convertirla en una especia de galimatías lingüístico de no ser porque algún distribuidor debió de pensar que en España no sabemos leer, lo que les ha llevado a doblar partes de la película que no debieran haber sido dobladas, estropeando este efecto de torre de Babel.

Au revoir, Shoshanna!



viernes, 18 de septiembre de 2009

Trabajo policial


"Un agente de ronda es la verdadera dictadura en América. Podemos arrestar a un tipo por una tontería, podemos arrestarlo de verdad o podemos dejarlo ir. Podemos aparcar debajo de un viaducto y matarnos bebiendo, no pasa nada, nuestros compañeros nos cubrirán. Así que nadie, y que quede bien claro, nos va a decir cómo malgastar nuestro turno."


McNulty (Dominic West en "The Wire")

lunes, 14 de septiembre de 2009

Mezclar churras con merinas


Leo en "El Mundo" algo que hace que me pare a pensar un momento. Un detalle curioso, de esos que de vez en cuando nos ofrece la prensa (poco libre) de este país. Es sobre la manifestación de el sábado a favor de los presos de ETA que tuvo lugar en San Sebastián, Donosti para los amigos. No, no voy a entrar al trapo en ese tema. Y no porque no tenga ganas, o porque carezca de opinión, sino porque no hay espacio, ya habrá otras entradas. El caso es que leyendo el artículo (en el que, por cierto, se calificaba una manifestación a favor de terroristas como "dentro de la legalidad y con normalidad", alguien que me lo explique, por favor) llego a un recuento de las banderas que portaban los manifestantes: una ekurriña gigante (ya me extrañaría que sólo fuera una), una bandera de Navarra y, aquí está la sorpresa, una bandera gay.

¿Qué quiere decir exactamente esto? Si es que quieren decir algo, claro. Porque lo más seguro es que, como pasa siempre, hayan optado por sacar a la calle todos los símbolos que han podido reunir, tengan o no relación. De hecho, no me extrañaría que alguno acudiera con la bufanda de la Real.

Y aunque me ha llamado la atención, en el fondo no es algo nuevo. Pasa siempre, en todas partes y con todo tipo de símbolos, esto de mezclar la velocidad con el tocino. Es el mismo razonamiento (por llamarlo de alguna manera) que hace que la gente acuda a una concentración por la paz llevando banderas republicanas y a un partido del Real Madrid con el águila imperial bajo el brazo, o que se presente en la concentración del primero de Mayo con pancartas de "No a la guerra" (cómo si sólo hubiera una, fíjate) o salga a la calle el día del orgullo gay con cueros, correas y la tricolor ondeando en el mástil.

Asociaciones mentales estúpidas, que algunos ven como lo más normal. Son estas estupideces las que hacen que, mientras que Obama luce un pin con la bandera de EE.UU. en la solapa del traje cada vez que hace acto de presencia, nuestro presidente no pueda (ni quiera, sea del partido que sea) hacer lo mismo, bajo la amenaza de ser tildado de facha, esa palabra que le llena la boca al que la pronuncia sin que en la mayoría de los casos tenga ni idea de lo que significa. Es la misma estupidez que hace que la bandera o el himno se conviertan, como todas las cosas importantes, en votos, papeles dentro de una urna. Y mientras esto sea así, nada va a cambiar, porque cuando algo puede ser convertido en votos, ya se encargarán los políticos de que siga la pelota, y la gente de seguirla. En fin, es lo que hay en un país que, a pesar de contar con una larga tradición de pastoreo, sigue mezclando churras con merinas.

sábado, 12 de septiembre de 2009

One (man in black)

Me parece soberbia esta versión del bueno de Johnny, que hoy hubiera celebrado su 77º cumpleaños. ¡Echemos todos un pitillo o un buen trago como homenaje!




Is it getting better
Or do you feel the same
Will it make it easier on you now
You got someone to blame
You say...

One love
One life
When it's one need
In the night
One love
We get to share it
Leaves you baby if you
Don't care for it

Did I disappoint you
Or leave a bad taste in your mouth
You act like you never had love
And you want me to go without
Well it's...

Too late
Tonight
To drag the past out into the light
We're one, but we're not the same
We get to
Carry each other
Carry each other
One...

Have you come here for forgiveness
Have you come to raise the dead
Have you come here to play Jesus
To the lepers in your head

Did I ask too much
More than a lot
You gave me nothing
Now it's all I got
We're one
But we're not the same
Well we
Hurt each other
Then we do it again
You say
Love is a temple
Love a higher law
Love is a temple
Love the higher law
You ask me to enter
But then you make me crawl
And I can't be holding on
To what you got
When all you got is hurt

One love
One blood
One life
You got to do what you should
One life
With each other
Sisters
Brothers
One life
But we're not the same
We get to
Carry each other
Carry each other

One...life

One

domingo, 6 de septiembre de 2009

No le cogeréis vivo

Le conocí cuando ya estaba a punto de jubilarse. Aunque lo más probable fuera que le jubilaran. En su mirada azul clara brillaba la rabia del que sigue luchando aún cuando las fuerzas se la han jugado. Recuerdo que entré en la tienda casi como último recurso, atraído por su aspecto de comercio de toda la vida, harto de llevar toda la mañana metido en semisótanos con la música a tope a las diez y media de la mañana y niñatos probándose camisetas rosas. Le tuve que gritar varias veces que estaba interesado en una chaqueta de cuero y ya estaba pensando en cómo largarme de allí cuando agarró una escalera y comenzó a subir a un altillo al tiempo que se soltaba de una mano y la agitaba para renegar de todo y de todos:

- Te voy a sacar algo de calidad. Esto es bueno, y eso se paga. No como mucha mierda que hay por ahí. Mira, ésta vale treinta y cinco mil pesetas -seguramente no sabía lo que era en euros y probablemente le importaba un comino-, pero yo sé que no la voy a vender por más de veinticinco mil. Mira, vuelve dentro de un par de semanas, porque todavía no puedo poner las rebajas. Que yo no soy como todos estos cabrones de aquí alrededor, que lo ponen dos meses antes y revientan el mercado.

Me bajó un par y me estuvo explicando como eran las costura y las propiedades del tejido, los cortes de los bolsillos y los tipos de ojales, y ese día nos despedimos no sin que antes me dijera que a él el alcalde y toda esa panda de gerentes estúpidos se la sudaban.

Volví a las dos semanas y todo lo que obtuve fue un: "Vuelve en dos semanas, el gobierno no me deja ponerlo hasta mañana. Son unos cabrones, pero la ley es la ley". Aquél día me quedé con las ganas, molesto en parte, no con él, sino con el puto gobierno, que no dejaba a un hombre poner las rebajas cuando le diera la gana sin convertirse en un cabrón que reventaba el mercado.

Así que volví al día siguiente, y entonces fue cuando me dí cuenta. El cartel lo dejaba bien claro. Las palabras "Liquidación total. Cese de negocio" no dejaban lugar a dudas. Aquel viejo, más duro que un clavo en un ataúd, que batallaba sin fuerzas contra un enemigo indestructible ante todo aquél que quisiera escucharlo, cerraba la tienda. O más bien, a uno le gusta imaginar que se la cerraban, con la excusa de la edad, aliviados de quitarse de encima a un enemigo tan insistente de una forma tan traicionera. Aunque es más que seguro que "esos cabrones" no tenían nada que ver, me gusta imaginar que es así, y que tanto burócratas como comerciantes revienta-mercado respirarán tranquilos el día que le vean bajar la reja por última vez.

Entré con todo esto en mente, y decidí simplemente disfrutar de aquella compañía. Aquel tipo, al que sólo conocía de dos ocasiones que no habían llegado ninguna a la media hora, me había caído bien. Y ahora se iba. Me sentía como si fuera a despedir al puerto a un amigo, como si aquella compra fuera la última cerveza en tierra antes de salir para un viaje del que probablemente no regresará. Uno de esos momentos que no se pueden explicar. Sólo recuerdo que hubo tiempo para hablar de chaquetas y de gobiernos, de cabrones y de hijos de puta; que me tendió mi compra señalándome un bolsillo pequeño para "el puto telefonillo" y que nos dimos la mano antes de salir. No miré atrás. Entre camaradas no se mira atrás.