Café, conversación...

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sábado, 29 de noviembre de 2008

El hombre de Chinatown






- La vida no es como tus novelas.
- Nunca es como una novela.












Llevada a la gran pantalla en 1982 de la mano de Francis Ford Coppola, y dirigida por Wim Wenders, “Hammett” (o “El hombre de Chinatown”, como fue traducida), cuenta lo que podría ser una más de las historias del escritor de novela negra Samuel Dashiell Hammett. La diferencia: ahora él es protagonista.

El autor de “Cosecha roja” y “El halcón maltés”, trabajó durante ocho años como detective, lo que le dio cierta experiencia que llevó a sus relato; aunque Hammett nunca vivió en los mundos de violencia, sobornos, mentiras y bandas enfrentadas que se leen en sus obras, y sus casos fueron mucho menos virulentos. Tal vez sea esa la razón de la película, el rendirle un merecido homenaje -darle una oportunidad de entrar en acción- a quien es, junto con Raymond Chandler, el precursor de la moderna novela negra.  

Escogido directamente por Coppola, John Barry pone la música. Piano y clarinete, temas muy inspirados y que nos llevan de página en página, de encuadre en encuadre, con la misma lógica y el mismo peso dramático que la historia misma. Sin duda, la música es en “El hombre de Chinatown” pieza clave. Barry supo demostrar su pericia, lo que valió que Coppola le encargara las bandas de sonido de “Cotton Club” y “Peggy Sue se casó”. El propio Wenders, quien no estaba muy animado con la idea de Barry, sucumbió al escuchar el tema de prueba.

Si la música recrea la substancia última de este asedio a la pantalla del autor americano, la trama queda embebida de los ambientes que, no sin esfuerzo y peleas con Coppola, logró crear Wenders. El director alemán, quizás no muy fiel a su estilo, volcó en cada localización la dureza y los contrastes del género negro anterior, respetando el tempo y el color de las novelas de Hammett.

Y precisamente, ese buen hacer, que consigue que el espectador-lector perciba al mismo tiempo los personajes y las secuencias de los relatos y la personalidad, mitad real y mitad ficticia, de Hammett, se puede ver también en la interpretación y caracterización de un Frederick Forrest impecable en ese papel tan peculiar. Además del protagonista, detectives privados, canallas, mujeres, policías, aprovechados, etc. Todos amigos o enemigos. Todos perfectamente extraídos de entre las páginas amarillentas de algún olvidado manuscrito de los años treinta. Si se está atento y se conoce la obra de Dashiell Hammett, es incluso posible encontrar a alguno de sus personajes, como a ese Max Thaler, apodado Susurro, de “Cosecha roja”. 
En definitiva, una película digna de ser vista, no con admiración pero sí con curiosidad, por los amantes del género negro novelado, que encontrarán un Hammett en el papel de “El Agente de la Continental” de sus libros, que tal vez él siempre quiso ser y no pudo. 

Y a pesar del diálogo que abría estas líneas, todo termina con un “The end” escrito a máquina que funde a negro.

FICHA TÉCNICA:
TITULO ORIGINAL: Hammett.
AÑO: 1982.
DURACIÓN: 97 min. 
PAÍS: Estados Unidos.
DIRECTOR Wim Wenders.
GUIÓN: Ross Thomas & Dennis O'Flaherty (Novela: Joe Gores)
MÚSICA:John Barry.
FOTOGRAFÍA: Joseph F. Biroc & Philip H. Lathrop
REPARTO: Frederic Forrest, Peter Boyle, Marilu Henner, Roy Kinnear, Lydia Lei, Elisha Cook, RG Armstrong, Richard Bradford, Sylvia Sidney, Samuel Fuller, Ross Thomas
PRODUCTORA: Zoetrope Studios

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El agente del gran Bob II (Una historia de Hollywood)


Y una mierda. Tú no puedes tener ese cliente. No, a mí no me engañas, Ari. Siempre fuiste un timador. ¿Crees que porque vengas con ese traje y con manicura francesa me voy a creer que representas a Bob DeNiro? Que te jodan, Ari.

Tú siempre confiando, ¿eh? Bueno, no te culpo. Este mar está lleno de tiburones, hay que andarse con cuidado. En fin, ya sabía que esto iba a pasar, pero esperaba no tener que enseñártelo. Toma, una copia del contrato. ¿También quieres comprobar la firma?

Por mí que no quede. Joder... esto tiene que ser una broma.

Ninguna broma, viejo amigo. Estoy en el negocio de Hollywood y mamo de los gozosos pechos del gran Bob.

Por favor, no hagas que forme esa imagen en mi cabeza. Dime la verdad, lo emborrachaste, ¿no? Bueno, qué más da. Habla.

Perfecto. Como imaginas, Bob quiere entrar en la película. Obviamente no hemos podido leer el guión, pero sabe que hay algún papel para él. Siempre lo hay.

¿Y si esta vez no?

Siempre lo hay. Y si no, se escribe. ¿Qué pasa, no lo quieres en la película? ¿Acaso no quieres ganar dinero? Dios mío, ¿es que te has vuelto comunista?

Que te jodan otra vez. DeNiro siempre significa exigencias. Ese tipo se creyó demasiado lo de Vito Corleone, y a mí nadie me toca los cojones.

Sigue siendo dinero.

Ya tengo dinero. Lo que no necesito es alguien que se crea mi jefe.

Vamos, sabes que su nombre en el cartel merece la pena. Además, esta vez sólo pide una cosa.

¿Qué?

Scorsese tras la cámara.

No jodas.

Pues sí. Hace ya tiempo que no busca un proyecto para volver con Martin. Últimamente sus trabajos no gustan demasiado, sabe que si hace algo con él, triunfará. Y más después del Óscar de Martin por Infiltrados. Piénsalo, puede ser la bomba.

Sí, la bomba atómica. No lo veo posible.

¿Qué? ¿Pero qué dices? Leo, Bob y Martin. El director con sus dos chicos preferidos. Eso rompería taquillas.

Lo que romperán será mi cara si llamo a Martin. No nos llevamos muy bien desde que le pedí que se metiera el guión de Kundum por el culo.

Oh, oh. Pues tienes un problema.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El último golpe


"Es el amor lo que mueve al mundo... El amor al dinero."

Un ladrón de la vieja escuela que ha cometido un error. Un mafioso de medio metro que tiene la sartén por el mango. Un joven impetuoso con ganas de destacar. Un robo por todo lo alto, lingotes de oro en paradero desconocido y, por supuesto, falsas apariencias y traición por todas partes.

Una auténtica pieza de museo nacida de la pluma del director y escritor David Mamet (autor del guión de "Los intocables de Eliot Ness), que reúne todos los ingredientes básicos de las viejas películas de género para crear un maravilloso juego de engaños por donde pasean estafadores, mafiosos y ladrones. Mamet nos sumerge en una historia plagada de amoralidad, pero sin darnos tiempo a tomar oxígeno, y pronto el espectador se ve inmerso en el aparatoso robo de unos lingotes de oro que permanecerán mucho tiempo ocultos, y por los que se sucederán una serie de acontecimientos que pondrán a prueba la frialdad y los nervios de Joe Moore (Gene Hackman), un ladrón de los de antes que no tiene un pelo de tonto.

A un soberbio guión que destaca por sus giros inesperados (bueno, algunos no tanto) se le une las impagables actuaciones de Gene Hackman (el eterno "Popeye" Doyle de "French connection") que desborda la pantalla en su papel del viejo profesional hastiado, y Danny DeVito, ese enano con tamaño en proporción indirecta con su talento, que viste chaleco ajustado para recordarnos que estamos ante una vieja historia de hampones que no se fían ni de su sombra, y con razón. Completan el cocktail secundarios de la talla de Delroy Lindo y algún asiduo de Mamet, como Ricky Jay, además de un Sam Rockwell que destacará en otra de timadores, "Los impostores", esta vez a las órdenes del mayor de los Scott. (Quizás se echa de menos a otro de los habituales de Mamet, Joe Mantegna, que brilla en otras películas del autor como "Casa de juegos" y "Homicidio").

Dos horas de genial cine negro en estado puro que nos vuelve a brindar Mr. Mamet para disfrute de los espectadores, que permanecerán pegados a la pantalla de principio a fin, aunque tan sólo sea para saber dónde está el maldito oro, eso sí, sin confiar nunca en nadie.

TITULO ORIGINAL: Heist
AÑO: 2001
DURACIÓN: 107 min.
DIRECTOR:David Mamet
GUIÓN: David Mamet
MÚSICA: Theodore Shapiro
FOTOGRAFÍA: Robert Elswit
REPARTO: Gene Hackman, Danny DeVito, Delroy Lindo, Sam Rockwell, Ricky Jay, Rebecca Pidgeon, Patti Lupone
PRODUCTORA: Warner Bros. Pictures

jueves, 20 de noviembre de 2008

"¿Lloras por haberte vendido a Hollywood? Tú no eres el puto Faulkner"


No es algo precisamente nuevo. Se necesita dinero para vivir. Y dedicarse a darle a la tecla para escribir sólo lo que a uno le gustaría no siempre sale rentable. Así que, los escritores, seres excepcionales para algunos y simples vividores para otros, han visto en Hollywood un filón, un lugar donde refugiarse cuando las cosas no van bien, las deudas aprietan y los ingresos que produce una novela cada tres años no son suficientes para pagar las deudas, las botellas, las chicas o simplemente, las facturas. Por otro lado, la industria del cine ha posado sus ojos en estos profesionales de la palabra y ha encontrado la forma de aportar prestigio a sus proyectos, o simplemente un soplo de aire fresco entre tanto juntaletras demasiado acostumbrado a la estructura de un guión. Ha ocurrido así siempre y hoy en día no tenía razón alguna para ser diferente.

La historia de los escritores que aparcan sus proyectos para dedicarse al cine viene de antiguo y podemos encontrar algunos de los grandes nombres de la literatura, incluyendo a un premio Nobel, el gran William Faulkner, que adaptó "El sueño eterno", primera novela de otro mítico autor que tuvo que tragarse sus principios para poder llenar sus bolsillos, Raymond Chandler, que escribió de su puño y letra "La dalia azul" y se vio obligado a adaptar una novela de la que tiempo atrás había echado pestes, "Pacto de sangre" junto a Billy Wilder para dar lugar a una de las películas más sonadas del cine negro clásico, "Perdición". Si Faulkner se lamentó siempre de su colaboración con la industria, Chandler se vengó. La novela "La hermana pequeña" fue su última carcajada en la pelea que siempre mantuvo con el mundo del celuloide. Pero no fue el único, John Fante plasmó en "Sueños de Bunker Hill" la decepción de sus tiempos de guionista. Otros menos glamurosos también han servido a Hollywood: es el caso del tardíamente recuperado Jim Thompson, quien escribió para Kubrick "Senderos de gloria"; el tristemente infravalorado Marc Behm; o uno de los más famosos escritores borrachos, Charles Bukowski, que, siguiendo su costumbre, escribió el guión de "El borracho", una historia protagonizada por Mickey Rourke sobre sus historias de juventud. El viejo Hank también trató de lavarse el asco que le producía haberse vendido al cine con su novela "Hollywood", donde contaba sus experiencias durante el rodaje. Más recientemente, nos encontramos al gran James Ellroy, quizá el mejor escritor de novela negra contemporáneo (autor de L.A. Confidential, una obra maestra que fue llevada al cine con más que magnífico resultado) que hace poco firmó el guión de "Dueños de la calle", una película que podía haber dado para muchísimo más (y debería, teniendo en cuenta la calidad del autor del libreto) si tan sólo algún productor no hubiese metido la mano para hacer el filme "más comercial".

Y ahora, a toda esta lista, podemos añadir uno más: David Lindsay-Abaire, ganador del premio Pulitzer en 2007 por su obra "Rabbit Hole" y ahora guionista de "Spiderman 4", cuyo estreno se espera para 2011. ¿Escribirá Abaire alguna obra sobre el mundillo de Hollywood? ¿Preferirá lamentarse o el dinero que recibirá a cambio acallará todo atisbo de remordimiento? Tal vez, y esto seguro que dependiendo de las críticas que reciba la película, se dedique a dar charlas en librerías de Los Ángeles y se cague en el cine, como hacía David Duchovny en "Californication", que es quién recibía la perla que es el título de este post.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Con el vaso medio vacío


"¿Sabes? Si te digo la verdad, muchacho, no sé cómo llegué aquí. Hace tiempo que en mi memoria sólo estoy yo, en esta mesa, sentado delante de un vaso medio vacío. Tú acabarás igual, si vives el tiempo suficiente y recuerda que hay peores formas de acabar, creéme. Una botella, cigarrillos y recuerdos. Es una combinación peligrosa, al menos tanto como lo puede ser cualquier otra. Y en el fondo, siempre me consideré un nostálgico. ¿Sabes? Willy Pep dijo que primero pierdes los reflejos, después las piernas y por último, los amigos. Y a mí no me queda nada de eso. Pero a otros les queda mucho menos. Buenos y malos tipos, ni mejores ni peores que nadie. Jugaban sus cartas, como todos. O por lo menos, como la mayoría. Unos tuvieron suerte y otros no. Unos recibieron lo que se merecían y otros todo lo contrario. Pero de eso hace ya mucho tiempo y no importa. Lo único que importa es que ya no están aquí. Y yo sigo aquí. Me dedico a contar su historia."

viernes, 14 de noviembre de 2008

El agente del gran Bob (Una historia de Hollywood)


¿Qué coño haces tú aquí? ¿Es que han quitado el cartel de "Prohibido perros"?

¿Así saludas a los amigos, Meyer?

Ya nadie me llama Meyer. Deberías saberlo, Ari.

Es verdad. Lo olvidaba. Ahora eres Don Importante, el señor Productor de los Grandes Estudios. El Rey Midas de Hollywood, o al menos eso decía "Enquire", ¿no?

¿Has venido a recitarme mis nombres?

Joder, siempre igual, directo al grano. Recuerdo cuando éramos críos, allá en Boyle Heights...

Boyle Heights queda muy lejos, Ari. Casi tanto como tú de mí.

Vaya, ¿los viejos tiempos te ponen agresivo? De todas formas que le den a Boyle Heights, ahora no hay más que negros raperos con cadenas al cuello y zapatillas cuatro tallas más grandes. Qué coño, ahora estamos en Hollywood.

¿Perdona? Yo estoy en Hollywood. Tú te largaste al este, a descubrir "estrellas de Broadway", ¿no era ese tu gran plan?

Gané mucho, creéme.

Tú sueldo de un año en Nueva York es la propina de una camarera en cualquier restaurante de Hollywood Boulebard. Y ahora dime de una puta vez, QUE COÑO QUIERES.

Está bien, está bien. Hablemos de negocios. Se rumorea que estás moviendo los hilos de un nuevo proyecto. Con DiCaprio.

Los rumores vuelan en esta ciudad, ¿eh? No deberías hacer caso de todo lo que oyes, Ari. Podrías quedar muy mal ante el actorzuelo principiante de tercera fila que tienes como cliente. Dile de mi parte, y aplícate el cuento, que esta ciudad no es para novatillos.

Siento defraudarte, pero se acabaron los principiantes, y el teatro.

¿Ah, sí? ¿Qué pasó? ¿Una de esas golfas ecologistas que representabas por fin te pegó la sífilis?

Muy gracioso, pero no. He entrado en el cine. Y ya sabes, si vas a golpear primero, mejor que sea fuerte. Mi cliente es importante.

Define importante.

Digamos que es un tipo de Oscar. Ah, y como tu chico, también le cae muy bien a Scorsese.

No jodas que...

Exacto. El gran Bob. El jodido Robert DeNiro. Y ahora que, ¿te apetece hablar de negocios, o sigues queriendo que me marche?

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Ingresó cadáver


La mesa del depósito está fría. Pero ya no me importa. Me podría haber importado tres días antes, cuando aquella monada rubia entró por la puerta de mi despacho con aquella carita de damisela en apuros y aquel vestido tan corto. Y si entonces hubiese hecho caso a mi intuición y me hubiera largado de allí, no habría descubierto que la mesa está fría. Al menos, no de momento. Sin embargo, mi intuición no pudo hacer mucho ante la sensación que quemaba mi cuello al ver aquellas piernas cruzarse en el sillón destinado a los clientes, y cuando la preciosidad abrió la boca en busca de protección y consuelo, tuve que recurrir al whisky para no caer en coma allí mismo. Después buscó en su bolso hasta encontrar una foto y, pasándomela por encima del escritorio, me dijo que tenía mucho miedo. Concentré mi atención a duras penas en la foto. Conocía al mastodonte que me miraba desde ella con aspecto mezquino, Dos Toneladas Galento, un auténtico tipo duro con el que era mejor no cruzarse. Yo sabía todo aquello, y aún así no pude evitar que salieran de mis labios aquellas palabras fatales que la convirtieron en mi último cliente. Hasta aquí, pude evitar todo lo que vino después al menos en un par de ocasiones, pero el movimiento de aquellas caderas al salir del despacho acabaron con cualquier posibilidad de hacerlo. Hay quien lo llama destino, yo prefiero darle su verdadero nombre: estupidez.

lunes, 10 de noviembre de 2008

El tres es un buen número

El gallinero apestaba y no estaba abandonado. Eso significaba que si hacíamos el mínimo ruido podríamos despertar al dueño, en la casa, y tener más de un problema. De los tres que estábamos, Robledo era el único que podía dormir tranquilo; ni Pádules ni yo podíamos matarlo. Había pasado de ser un cordero camino del matadero a un intocable y nosotros dos, ex – camaradas de la 5ª del ejército republicano, no teníamos ninguna razón para estar vivos.

Me pasé las primeras horas examinando a Pádules, que estaba a menos de un paso frente a mí. Ni él me quitaba ojo ni yo bajaba la mirada. En algún momento le echaría huevos y lo mataría. De hecho ya tenía la mano preparada en el mango del machete. Ahora bien ¿Cuándo debía hacerlo? Cualquier instante era igual que el anterior.

Respiré, apreté el puño que tenía libre y le escupí a la cara. Eso me hizo ganar unas décimas de segundo en las que Pádules estaba desconcertado. Para cuando se había quitado mi lapo ya estaba encima de él con mi hoja en su gaznate. Me daba asco estar tan cerca de él y sólo quería cargármelo. Le tapé la boca para evitar que chillara y miré alrededor para asegurarme de que Robledo seguía dormido. Era el momento. Sin embargo el maricón no tenía miedo. Es más, parecía que me estaba chuleando. Ni siquiera hacía un mínimo de fuerza para evitar mi machete.

Por un lado
me estaba poniendo de muy mala hostia. Por el otro me picaba la curiosidad ¿Cómo puede estar tan campante un tío al que me voy a cargar? Por un momento llegué a pensar que había puesto el filo del revés o que alguien me apuntaba. Volví a mirar a mi alrededor y todo seguía tal cual estaba antes. El cabrón de Pádules seguía como si nada. Entonces le quité la mano de la boca:

- ¿Qué cojones te pasa?
- Que no me vas a matar, eso me pasa, que como me rajes media, mañana te matará el nacional, y si no lo hace él, el resto de la división te terminará encontrando… me necesitas, capullo, me necesitas más que a tu polla para salir de aquí.

Ese hijo de puta tenía razón. Tres es un buen número. Porque Robledo podría llegar sin mí hasta la guita. Y sin Pádules yo era un estorbo fácil de eliminar para él. Así que necesitábamos ser dos parásitos en el reparto del dinero para poder hacerle frente al nacional, que en el fondo era el único realmente autosuficiente. Conclusión; que estábamos bien siendo los que éramos y que lo mejor que podíamos hacer era aprovechar las pocas horas que quedaban antes de amanecer para dormir.

Se hizo de día. Nos despertó el gallo y el olor a mierda. Levantamos rápido y nos marchamos antes de que llegara nadie.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Triste, solitario y final


"Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final."

"El largo adiós", Raymond Chandler

1952

miércoles, 5 de noviembre de 2008

De Sergio Leone a "Camela"



Efectivamente, queridos clientes, hay un abismo. Pero bueno, para este alegato en favor del western nos sirve especialmente esta tan llamativa diferencia. 

Todo viene de antiguo, de cuando había mucha tierra que no era de nadie, y se podía comprar media hectárea por un dólar y veinticinco centavos. Muchos tipos sucios y crueles vagando por campos secos, y algún que otro muchacho de bellos ideales. Y al igual que nosotros tenemos nuestros romances de gesta, con el Cid a la cabeza, los estadounidenses tienen su propio negocio: la conquista del Oeste. 

La diferencia es que ellos han sabido dejar detrás de estas hazañas, o anécdotas si se prefiere, todo una letanía de grandes películas. Y de entre todas, el otro día recordaba una de mis favoritas, que hizo un italiano, pero que sirve igual. El bueno, el feo y el malo, es ante todo maravillosa película de aventuras. Cerró, en 1966, la llamada "Trilogía del dólar" o "Trilogía del hombre sin nombre", que integraba junto a Por un puñado de dólares, de 1964, y La muerte tenía un precio, de 1965. No puede haber mejor final, con esa escena en el camposanto, un círculo de muerte, a vida o muerte, buscando el tesoro enterrado. Véase, abriendo estas líneas, la magnífica fotografía de ese duelo final.

Y lejos de pretender hacer una exégesis de la cinta, tan sólo me gustaría que se cautivasen, queridos clientes, con la música que el genio, el maestro, el colosal Ennio Morricone compuso para el film. Aunque de sobre conocia, merece la pena ver esta versión con orquesta. Y luego, si tienen valor suficiente, comparen con el vídeo de Camela



PRECAUCIÓN: El siguiente vídeo musical ("Cuando zarpa el amor" - Camela) no es apto para todos los públicos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Holmes: progreso por vía parenteral

"Sherlock Holmes extrajo un frasco de un anaquel y la jeringa hipodérmica de su estuche. Con sus dedos largos, blancos y nerviosos, ajustó la delicada aguja y se enrolló la manga izquierda de su camisa. Durante un momento sus ojos se apoyaron pensativamente en su brazo nervudo, lleno de manchas y con innumerables cicatrices, causadas por las frecuentes inyecciones. Finalmente se introdujo la aguja delgada, presionó el pequeño pistón, se la sacó, y se dejó caer en un sillón forrado de terciopelo, con un profundo suspiro de satisfacción.

Tres veces al día, durante muchos meses, había sido yo testigo de este espectáculo, pero, a pesar de ello, no me resignaba a seguir viéndolo. Por el contrario, día con día me sentía más irritado a su vista. (...) aquella tarde, sea a causa del vino que había tomado en el almuerzo, o a la exasperación que me produjo su actitud exageradamente deliberada, sentí que no podía resistir más tiempo.

-¿Qué es ahora? -pregunté-. ¿Morfina o cocaína?

Levantó los ojos lánguidamente del viejo volumen recubierto de negro que había abierto.

-Es cocaína -me dijo-, una solución al 7 por ciento. ¿Quiere usted probarla?

-No, gracias -contesté por brusquedad-. (...)

-Quizá tenga razón, Watson -dijo-. Supongo que la cocaína es perjudicial. Sin embargo, la he encontrado tan estimulante y benéfica para la mente, que su acción secundaria carece de importancia para mí.

-¡Pero, considere usted las consecuencias! -dije con pesar-. ¡Calcule lo que va a costarle a la larga! Su cerebro puede ser despertado y excitado como usted dice, pero mediante un proceso patológico y morboso, que entraña un creciente cambio de los tejidos y puede producir una debilidad mental permanente. (...)

-Mi mente -dijo- se rebela a estar ociosa. Déme problemas, déme trabajo, déme el más complicado de los criptogramas, o el análisis más intrincado, y me sentiré en mi atmósfera natural. Entonces puedo pasármela sin estimulantes artificiales. Pero aborrezco la rutina monótona de la existencia. Tengo hambre de exaltación mental. Por eso he escogido esta profesión particular... o más bien, la he creado... porque soy el único en el mundo que la practica."

"El signo de los cuatro", Sir Arthur Conan Doyle


sábado, 1 de noviembre de 2008

El oro de Punta Carchuna

La mayoría de los niños de Punta Carchuna eran hijos de algún cura. Por esa zona el clero se había llegado a arrogar algo así como un “derecho de pernada” eclesial y la iglesia contaba con riquezas incalculables fruto de años de expolio a placer. Después llegó la república y rodaron cabezas. La masa se alzó contra los meapilas cabrones y les cortaron la polla a todos, literalmente.


El oro expoliado fue devuelto al pueblo o, dicho de otra forma, trasladado al ayuntamiento. Con la guerra llegaron los anarquistas y volvieron a mover las riquezas a la iglesia, que habían convertido en una casa de putas. Si el plan de Robledo funcionaba seríamos tres desertores ricos viviendo en Argentina. Aunque tomar un pueblo no era fácil.

Por otro lado no dejaba de darme vueltas en la cabeza la idea de cómo repartir el tesoro. Había suficiente para dos ex – republicanos y un ex – nacional pero ¿Realmente era necesario contar con Pádules? Era mi compañero de sección. Nunca supe si era rojo por convicción o por circunstancias. Lo cierto es que de estar en tiempos de paz, no se le habría dejado entrar en el Partido Comunista. No tenía mujer conocida y sí bastantes rumores a sus espaldas que confirmaban que era un bujarra. El problema es que estábamos en guerra y en esos momentos no importa si eres un enfermo mental con tal de que sepas matar fascistas.

Tendría unos veinte años, delgadito, bajito, con manos de pianista, pelo oscuro y mirada de desviado. Ahora que habíamos salido de la contienda no era más que un estorbo a la hora de repartir el botín. Porque Robledo era necesario para guiarme hasta la guita pero ¿Para qué me hacía falta un maricón? Definitivamente Pádules debía morir.

Pensaba esto mientras pasábamos la noche en un gallinero cercano al olivar. Los tres juntos; el facha, el invertido y yo. Resulta irónico que el único que dormía tranquilo era Robledo porque sabía que era imprescindible. Éramos nosotros, los que al principio luchábamos en el mismo bando, los que queríamos matarnos. El estiércol apestaba y nadie se atrevía siquiera a encender un cigarrillo para no ser visto. En aquel momento habría dado lo que fuera por algo de anfetamina y un trago.