Café, conversación...

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jueves, 7 de enero de 2010

Suerte que tiene uno


Puesto que han accedido a invitarme a esta hermosa copa de whisky, les contaré la historia tal como ocurrió. Cuando Steve entró en el bar, yo salía de los aseos. Estaba justo allí, junto a aquella ventana, por eso lo comprendí todo enseguida.

Por supuesto, todos los de aquí conocíamos a Steve. Había sido grande cuando era más joven. Tocaba el clarinete en una banda, y era realmente bueno. Dieron conciertos por el país entero durante años, pasando largas temporadas en ciudades grandes, y después volvió a casa. La fama le trajo la compañía de Marjorie, una linda muchacha de Colorado. Y aquello fue lo que le desquició. Pasados unos meses desde su regreso, el asunto con Marjorie se hizo migas, y también el pobre Steve. La chica desapareció -tal vez se volviera a su tierra- y el antiguo clarinetista empezó a venir aquí, a este mismo bar, cada tarde. Se sentaba en la barra y bebía bourbon. Luego, cuando estaba bien borracho, se marchaba. Daba largos paseos, y a veces montaba bronca en la calle. Las mañanas las pasaba encerrado en casa, supongo que escribiendo todas esas cosas horribles que sacaron los periódicos.

Aquí todos sabíamos estas cosas, pero por alguna razón, nunca ninguno de nosotros intentó hablar con él, o echarle un cable. Muchos les contarán que yo era amigo suyo, porque solamente así se explica que aquel día no me disparase a mí también. Pero es mentira. Dios sabe que nunca moví un dedo por él. Cada cual tenemos nuestros problemas, pensaba entonces, y los de aquel amargado no me importaban una mierda.

Lo extraño es precisamente eso, que a pesar de que yo le trataba exactamente igual que los demás, a mí no me disparó. Jimmy también sobrevivió, pero él se llevó cuatro balazos. Sin mediar palabra, como todos los demás. Siete personas muertas, y un herido que pasó tres meses ingresado en un sanatorio. Entró y empezó a disparar, sin más. Yo me quedé paralizado, como esperando mi turno, y cuando al fin llegó, Steve me miró, bajó la pistola y se largó por donde había venido. Es para estar agredecido al Señor, ¿no, amigo?

2 comentarios:

abulico dijo...

Eso supongo que es el verdadero significado de la palabra suerte, no?

Feliz año Auggie!!!

El Ermitaño dijo...

Pienso lo mismo que abulico.

Feliz año y un saludo.