Café, conversación...

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sábado, 27 de diciembre de 2008

La sala número seis - Anton Chejov


Un pequeño hospital, en una pequeña ciudad a doscientas verstas del ferrocarril. Uno de los pabellones, el de los enfermos mentales. Tiene aspecto de cárcel y todos lo conocen como la sala número seis. Al cargo de la institución está el doctor Andrei Efímich Raguin, una persona de modales reposados, que ha sido vencido por la inmoralidad y la suciedad del hospital:

 

“En las salas, pasillos y patio del hospital, el hedor era tal, que resultaba difícil respirar. Los mozos, las enfermeras y sus hijos dormían en las mismas salas que los enfermos. Se quejaban de que las cucarachas, las chinches y los ratones les hacían la vida imposible. En la sección de cirugía era imposible acabar con la erisipela. Para todo el hospital no había más que dos bisturíes, no disponían ni de un solo termómetro y las bañeras servían para guardar patatas.”

 

Así, ante esta imagen, el médico comienza a plantearse si es conveniente preocuparse por mejorar las cosas. Decide que no, y busca refugio en la soledad de su despacho, en los libros de filosofía, en la cerveza y el vodka. Crea una cosmovisión especialmente diseñada para justificar su trabajo en el hospital: no importa lo que suceda, ni que la gente sufra, porque todos moriremos, tarde o temprano. Lo único que les queda a los hombres es un pensamiento, su capacidad de discurrir con sensatez qué es la vida. Pero un día, y de forma casual, el doctor entra en la sala número seis, donde uno de los internos llama poderosamente su atención y su conversación.  Entre la estúpida y vulgar gente de la ciudad, el médico acaba de encontrar a un loco que le resulta interesante por su capacidad de raciocinio. Dice el médico:

 

 “Usted es un hombre que sabe pensar. En cualquier situación, puede encontrar tranquilidad en sí mismo. El pensamiento libre y profundo, que aspira a comprender la vida, y el desprecio total a la estúpida vanidad del mundo, son los dos bienes supremos que el hombre conoce. Y usted puede poseerlos aunque viva detrás de tres rejas.”

 

Las visitas al pabellón son cada vez más frecuentes, a pesar de lo diferentes que son las posturas de uno y de otro. En el hospital y en la ciudad todos comienzan a juzgar sospechoso el comportamiento del médico. Lo que ocurre a continuación es la paulatina destrucción de todo su sistema filosófico.

 

Un relato breve, en los que era maestro el ruso Chejov. “No se puede seguir viviendo así”, como en otro relato escribiese. La derrota de un ser humano puesto contra las cuerdas por su propia inteligencia, de la evasiva inventada para sobrevivir en aquel hostil escenario; y por un loco, al que al final confesará lo que quizá siempre creyese: “Nada, nada es posible. Somos débiles, querido... Yo me mostraba indiferente, razonaba con buen ánimo y sensatez, pero, desde que la vida ha puesto en mí su mano grosera, me siento decaído... sumido en la postración... Somos débiles, no valemos para nada ...” Grandes ideas, necesarias para que los hombres puedan vivir, pero que han de verse explicitadas en un modo de vida, en una forma de hacer las cosas, porque el gusto por lo bello no es suficiente.

6 comentarios:

Dánae Rain dijo...

Se me han puesto los pelos de punta con el relato y tu reflexión. Y de paso me ha venido bien en estos dos dias que llevo de bajón. La visión imaginada de la habitación número seis y me hace pensar que no todo está perdido. ¿y la inteligencia? ¿y el razonamiento? te dejo que voy a pensar. Un gran beso

Juan José López JARILLO dijo...

¿Entonces esta todo perdido?: Creo que (aún) no...

(Casi)siempre se puede rescribir ...

Laura dijo...

Un relato y una reflexión más que interesantes.
Besos.

Anónimo dijo...

Me ha encantado.

Cuando llegas al fondo del pozo, si no quieres acabar suicidandote, lo mejor es tomárselo con filosofía, en nuestra mente podemos cambiar la realidad como más nos guste, eso sí, asumiendo el final que a todos nos llegará.

Anónimo dijo...

Me ha encantado.

Cuando llegas al fondo del pozo, si no quieres acabar suicidandote, lo mejor es tomárselo con filosofía, en nuestra mente podemos cambiar la realidad como más nos guste, eso sí, asumiendo el final que a todos nos llegará.

Duncan de Gross dijo...

Uff, fuerte relato, para ponerte a pensar...