Café, conversación...

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miércoles, 29 de octubre de 2008

Putas, alcohol y libertad

Robledo era un carlista que se cagaba en Dios. La primera vez que lo vi estaba colgado de mi brazo y a punto de que lo fusiláramos. Éramos un pequeño grupo de la quinta división del ejército republicano al que nuestro “comisario político” (figura impuesta por el PCE para asegurar que no desertáramos) nos prohibía beber y tomar cualquier cosa que nos quitara las penas. Incluidos los refrigerios horizontales baratos. Eso no nos hacía mucha gracia. Y Robledo lo sabía.

Nos veía la cara de resentimientos mientras le conducíamos a algún olivar en las afueras del pueblo donde le habíamos capturado, en la provincia de Granada. Era verano del 37 y el Sol apretaba aunque fuera de noche. De Robledo solo sabía que se había cargado a varios de mis compañeros pero nunca le había visto actuar. Borracho, bajito, de mirada hundida, extremidades arqueadas y piel morena; me costaba pensar que alguien así pudiera sostener un fusil.

Era tan enclenque que en mitad del camino se cayó. Fúnez, el hombre cuyo trabajo era vigilarnos, no pudo reprimirse y se lió a patadas con ese despojo. De ahí pasó a puñetazos, lapos y posteriormente cortes con su navaja. Estaba dispuesto a matarlo ahí mismo y a todos nos parecía bien. Odiábamos a los nacionales tanto como a nuestro comisario político. También nos odiábamos entre nosotros. En general odiábamos todo.

En un clímax de sadismo, Fúnez cortó la mordaza de Robledo para escucharle gritar. Estoy seguro de que se le ponía dura cuando escuchaba sus gemidos. Y fue un error. Porque aquel carlista hijo de puta aprovechó que podía hablar para convencernos de que debíamos indultarle. Sus argumentos eran de peso; la promesa de putas, dinero y libertad si le seguíamos.

Excepto Fúnez, nadie tuvo reparos en unirse a la causa de aquel tipo; mucho más justa, apetecible y realista que la de los republicanos o los nacionales. Ante las críticas de nuestro comisario político, evitamos gastar balas. Le hundimos la cara en el barro hasta ahogarlo y nos aseguramos de que moría cuando después de seccionarle las orejas y quitarle todo lo que llevaba encima no se quejó.

Cinco minutos después desertábamos dos republicanos y un nacional para luchar por el valor más supremo; el interés propio.

10 comentarios:

Desde Barna con amor dijo...

mmm... que historía, muy bien descrita, por un momento me he visto allí, obserbandolo todo y con ganas de detener la tortura o de dar alguna patadilla ruinosa.

Desde luego, nada como una guerra para desatar el monstruo que todos llebamos dentro y hacer cosas horribles en nombre de... nada.

Ahora, imaginas alguna vez algo así solo cuando estamos muy extresados en la cola de alguna institución, o cuando en el metro algún impertinente te corta el paso en la puerta o cuando pagas en el supermercado y un listillo te hace la cobra colandose ante un descuido tuyo.

La violencía siempre nos acompaña, solo es cuestión de en que circunstancias te encuentras.

Saludos

eva

Tumulario dijo...

Lo peor de todo es que funez no había muerto, ese cabrón se paso media guerra buscandonos, uno por uno para hacernos pagar lo que le habiamos hecho, cuando nos encontró,nos corto los huevos y nos hizo comernoslos para despues colgarnos.
Por cierto Funez al final se paso al bando nacional.

Perdona que te terminase la historia pero no hepodido reprimirme.

Un abrazo desde mi túmulo

Duncan de Gross dijo...

Mmmm, estoy convencido de que esta historia le encantará a Michel IV de Gato, interesante relato ;)

Yomismo dijo...

Un gran blog.
Acabas de ganar un nuevo seguidor.
Un saludo.

La Pequeña Candi dijo...

Relato corto pero grande, muy interesante.
Sigo con estos relatos que me gustan mucho (ya sabes, interés propio)
Un saludo!

Luis Amézaga dijo...

Es tal cual: los grandes ideales son siempre los mismos aquí y en la china capitalista. Y por ese orden del titular.

Sol - Estaré siempre dijo...

Siempre aprendo de tus relatos.. y si no aprendo ... ME ASOMBRAS!!! GENIAL!!! Besitos amigo!!! BUEN MIERCOLES!!!

Auggie Wren dijo...

Gracias por los comentarios. Ya la continuaré cuando pueda.


Fonseca

Laura dijo...

Luego dirás que te pones "colorao".
Así se escribe, si señor.
Uf...estoy todavía en estado de shock.

Anónimo dijo...

Tanta guerra para no saber ni porqué luchamos, una guerra dará libertad y buenos tiempos quizá a nuestros descendientes, pero no a nosotros y el hombre es egoísta, mucho, pisará la cabeza de quién se ponga por delante si se opone a su bienestar.