
Café, conversación...

viernes, 14 de septiembre de 2007
Vuelve el tipo de la camiseta hecha jirones

domingo, 9 de septiembre de 2007
Sam Spade va al instituto

jueves, 6 de septiembre de 2007
NOS QUITARON EL SEMÁFORO QUE NO LLEVA A NINGUNA PARTE
Desandando la tarde,
mi amigo y el suyo
flirtean con los carteles
que anuncian cine,
de vuelta a casa.
Cambiando de acera
como de cara se cambia un disco
cuando lo trazado
ha fundido a negro.
Nos quitaron el semáforo
que no lleva a ninguna parte,
sustituyéndolo por el orden lógico de las cosas,
del que nos reíamos cruzando allí la calle;
nos jugábamos el tipo y la noche
discutiendo en mesas con salpicones
de café con leche
para tener el honor
de regresar por caminos improvisados.
Y alguien ebrio de angustia y estrés
colocó allí un becuadro
a nuestra melodía privada.
E.G.
martes, 4 de septiembre de 2007
Cosas que odio
La gente que está en "oenegés"
Si hay una institución que ha sabido ganarse el afecto incondicional de todos, esa es sin duda la de las ONGs. Grupos organizados, desvinculados (al menos teóricamente) de cualquier brazo gubernamental que se dedican a “ayudar al prójimo”. Sus miembros son como el buen samaritano, solo que este era repudiado por la sociedad del momento y en este caso, hablamos de gente de bondad “intachable”. Esa es la palabra que les define; intachables. ¿Cómo puede ser malo alguien que dona gran parte de su salario a causas benéficas (a no ser, claro, que sea un malvado empresario, en ese caso “lo hace para comprar su alma) o que se va no-se-cuantos meses a Ecuador a sonarles los mocos a cuatro muertos de hambre? ¡Es un ejemplo a imitar!
Así es que todos, como gilipollas, les hemos otorgado el título de “buenas personas”. Hagan lo que hagan, no cuestionarán sus propios actos, ni se plantearán si lo que hacen está bien o mal. Porque se creen por encima de esa dicotomía. Mientras los demás dudamos como cualquier ser humano y luchamos día a día por intentar hacer lo que creemos que está bien, estos tipos tienen legitimidad moral para hacer lo que les salga. Si en algún momento se portan como un hijo de puta, tienen la bula de “yo también tengo derecho a ser malo, al menos por una vez”. ¡Ese es su razonamiento! El resto de los mortales que no entramos en los bancos de blanqueo de almas que son las “oenegés” somos malos y egoístas. Ellos no solo son buenos, sino que tienen una bondad por encima de la media. Así que sin en algún momento hacen algo malo, simplemente están comportándose -eventualmente- como un tipo normal. Así que siguen creyéndose por encima de los demás.
Para empezar, cualquiera con dos dedos de frente puede darse cuanta de que la buena obra de las oenegés no es más que un engaña-niños. Una forma estúpida de sentirte bien contigo mismo. Que los países no progresan porque se les acerquen cuatro “bollescaus” a sonarles la nariz. Que son sus propios habitantes el motor de su economía. ¿Nadie se ha preguntado que cómo habiendo tantísimos voluntarios, misioneros y gente de ese pelaje por el mundo, la situación en África sigue igual de jodida?
Sin embargo, los oenegeros se creen con el derecho a sermonearte. A decirte si eres o no un egoísta. Y tú tienes que joderte y transigir. Mientras, ellos campan a sus anchas, manipulan, joden, putean y en cuanto alguien se lo echa en cara se escudan en la superioridad moral que les da su ridículo carnet de SED, Médicos sin Fronteras o su putísima madre. No solo eso; se creen con más derechos que los demás. Niños buenos en un mundo negro, lleno de avaricia y capitalismo por doquier. ¿No son voluntarios? ¿No se supone que su trabajo lo hacen de forma solidaria y sin pedir nada a cambio? La respuesta es no. Si todos los seres humanos somos unos hijos de puta, ellos además, son unos mentirosos.
Y a ellos va dedicado este post. Espero que muchos de esos samaritanos me lean. Porque a VOSOTROS va especialmente dirigido este mensaje ¡QUE OS JODAN!