Café, conversación...

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domingo, 22 de febrero de 2009

El luchador (The Wrestler)


Los aplausos, los fans, autógrafos... en resumen, la gloria. Pero, ¿qué pasa cuando todo eso se acaba? "El luchador" nos habla de ello. Sin detenerse un sólo momento en la cumbre, la película nos presenta a Randy "The Ram" Robinson en el abismo en el que se ha convertido su vida, veinte años después de que fuera elegido "Wrestler" del año. Randy, antaño una máquina perfectamente engrasada, está acabado. Su piel está cubierta de arrugas, usa gafas para leer y un audífono, y la espalda le duele todos los días. Pero eso no es todo: trabaja cargando cajas y de vez en cuando duerme en su furgoneta porque no le llega ni para pagarse el alquiler de una caravana de los suburbios. Su vida personal no es mucho mejor: tiene una hija a la que hace años que no ve y pasa las noches libres en un club de striptease, donde sueña con convertir a Cassidy, una de las chicas que ya no es tan chica, en una mujer decente. Sin embargo, al llegar el fin de semana, Randy vuelve a ser "The Ram", el héroe del Wrestling, aunque está vez sea en cuadriláteros de tercera, o en exposiciones de viejas glorias.



Huyendo de su estilo cinematográfico, Darren Aronofsky nos muestra, sin adornos y con un realismo extremo, el lado menos luminoso del Sueño Americano. "El luchador" es la última de una larga lista de películas sobre perdedores: desde "El buscavidas" o "El rey del juego" hasta la más reciente "El último asalto", pasando por "Fat city" o la primera de la saga Rocky. No deja de ser la misma historia de siempre, y sin embargo se disfruta como si fuera la primera vez que se ve.



Mención aparte merecen las interpretaciones. En especial la del ave Fénix en el que se ha convertido Mickey Rourke. Tras su profunda caída (tan profunda como la de su personaje, con el que comparte algo más que rostro), después de ser un ídolo en los ochenta y decidir que lo suyo era boxear, después de que su rostro ahora deformado por los golpes sólo apareciera en carátulas de películas dignas de serie Z, Rourke confirma lo que alguno ya vio en "Sin City": ha resucitado. Ha vuelto a la luz convertido en bestia parda, dispuesto a restregar toda la mierda que lleva dentro por nuestras caras, y además Hollywood está dispuesto a darle el Oscar en agradecimiento. Al trabajo de Rourke se une una espléndida Marisa Tomei, interpretando a Cassidy, striper que ve como los años pasan para todos y la edad empieza a hacer de las suyas. Dos perdedores destinados a encontrarse.



Todo ello aderezado por una banda sonora en la que prima el rock duro y brilla la canción firmada por Springsteen. Sin embargo, la verdadera banda sonora de la canción son los aplausos de los aficionados, el sonido de los puñetazos y las salpicaduras de sangre; el chocar de las palmas de los luchadores en el vestuario, momentos antes del show; el ruido de los vasos en el club de striptease o el silencio de la casa de Randy.

"El luchador" no está nominada al Oscar a mejor película. Ni Aronofsky como mejor director. Sin embargo está no es una película de premios. Ni de premios ni de gloria. Es una película sobre perdedores. Otra de perdedores, sí. Otra vez la puta vida.

2 comentarios:

Hernán dijo...

Muy bueno el comentario. Ahora encuentro la explicación de porqué no la nominaron como mejor película para el oscar: porque a hollywood le gustan los ganadores (y si éstos exculpan algún pecado social o histórico, mejor).

Saludos.

Anónimo dijo...

Está claro que un Sean Penn con Oscar da muchas más pelas que un tipo como Mickey, aunque tenga el mismo Oscar.