Café, conversación...

Café, conversación...

domingo, 7 de marzo de 2010

Ring Lardner Jr. y Budd Schulberg, vidas paralelas, autobiografías distintas

Ring Lardner Jr.

"Me odiaría cada mañana" es el título de la autobiografía de Ring Lardner Jr. Tan curiosa frase fue la respuesta que el propio Lardner dio al concejal Thomas cuando este le pregunto en el HUAC (Comité de Actividades Antiamericanas) si pertenecía o no al Partido Comunista:


"- Se trata de una pregunta muy simple -continúo [Thomas]-. Cualquiera estaría orgulloso de contestarla; cualquier americano auténtico estaría orgulloso de contestar la pregunta "¿es ahora o ha sido en el pasado miembro del Partido Comunista?"; cualquier americano auténtico...


- Depende de las circunstancias -le dije [Lardner]-. Podría contestar, pero si lo hiciera me odiraría cada mañana."


Ring Lardner Jr. (hijo del prestigioso periodista deportivo y autor de los relatos "Ya me conoces, Al", Ring Lardner Sr. y guionista de, entre otras, "La mujer del año" o "MASH") fue uno de los llamados "Diez de Hollywood", las únicas diez personas encarceladas durante la caza de brujas por negarse a responder a la citada pregunta alegando la Primera Enmienda. El resultado por el uso de su libertad de opinión, un año de cárcel.


"Me odiaría cada mañana" es la recopilación de lo sucedido durante aquellos años, los anteriores y los que estarían por venir, desde las conversaciones con sus hermanos en el desayuno cuando eran pequeños hasta ganar el Oscar al mejor guión por MASH (1970), pasando por el Hollywood dominado por los productores todopoderosos y omnipresentes al cine donde el director es el rey, sin olvidar, por supuesto, los años de la lista negra, obligado a trabajar con pseudónimo y por unos ingresos mucho menores que lo estipulado. Por su novela desfilan personajes tan famosos como Louis B. Meyer o David Selznick, Elia Kazan, Dalton Trumbo (otro del grupo de los "Diez"), Katherine Hepburn, Spencer Tracy, John Huston, Otto e Ingo Preminger, etc. Al igual que por la autobiografía de Budd Schulberg.


Budd Schulberg
"De cine. Memorias de un príncipe de Hollywood" es el título de las memorias de Schulberg (también guionista y autor de las novelas, entre otras, "Más dura será la caída" o "El desencantado"). Sin embargo, este prefier llevarnos a una época más tardía, cuando él tan solo era un crío en pañales, y contarnos la historia de su padre, B.P. Schulberg, magnate de la Paramount, autor de la idea original para crear la United Artists y productor de algunos de los clásicos más recordados del cine mudo. Su historia, extraída en gran parte de los papeles del propio B.P., es un excelente retrato de los orígenes del cine, los años del mudo y su paso al sonoro, el cine de los magnates que finalmente acabaría desapareciendo, un canto a un paraíso perdido donde, no obstante, los ídolos tenían pies de barro y no era oro todo lo que relucía.


Las memorias de Schulberg terminan cuando este es adolescente, es decir, antes de que entre a trabajar para David O. Selznick (el legendario productor de "Lo que el viento se llevó", individuo controlador, ególatra e hiperactivo, quien había trabajado como ayudante para B.P.) como lector, mucho antes de que reclutara a Lardner para el Partido Comunista y, por supuesto, muchísimo antes de su testimonio voluntario ante el HUAC delatando a sus compañeros (al igual que, entre muchos otros, el director Elia Kazan, con quien haría en 1954 "La ley del silencio", ese curiosa reflexión sobre la delación por la que recibiría el Oscar al mejor guión). Las memorias de Schulberg, a pesar de ser una maravillosa obra sobre el cine, nos privan de todos esos años, los años de la lista negra, de la caza de brujas y de las traiciones, pero también de los sacrificios. Las de Lardner, a pesar de no hacer tan buen retrato del mundo del cine (quizás se deba a que, mientras Schulberg había nacido en ese medio, Lardner había llegado a él un poco de casualidad) y tener una calidad literaria considerablemente inferior, nos muestran todos esos años bajo una mirada sarcástica, no exente de indulgencia, donde incluso nos da una posible explicación (aunque no tanto justificación) a la delación de Schulberg, quien había sido su maestro político, aparte de su amigo. Cosas de la vida.


Dos vidas paralelas, pero muy diferentes (no tan solo en hechos, sino también en ideas, baste para ello leer las reflexiones que cada uno hace de la religión), dos obras que nos muestran, en conjunto, más de ochenta años de la historia del séptimo arte, con sus glorias, sus mitos, sus miedos y sus triunfos.

sábado, 6 de marzo de 2010

Así que por eso andaban con las piernas tan abiertas...


Había oído decir muchas cosas de las películas del oeste. Que son un aburrimiento y solo sirven para echar la siesta, que son una tontería, que siempre ganan los buenos, etc. Todo bobadas en mayor o menor medida, pero lo que nunca había oído era una cosa semejante: las películas de vaqueros encierran una homosexualidad latente. Vamos, que sus protagonistas no han salido del armario y que John Wayne o Clint Eastwood no son más que precursores de lo que Jake Gyllenhaal y Heath Ledger nos mostrarían en "Brokeback mountain".

Por supuesto, a nadie que, como yo, disfrutara de bastantes de estos films en su niñez (y que sigue haciéndolo hoy en día) se le habría ocurrido pensar eso. Todas aquellas horas delante de la televisión por la tardes no nos endurecieron el carácter ni nos enseñaron nada sobre la amistad cuando suenan los tiros a nuestro alrededor, simplemente nos alejaban progresiva y encubiertamente de las mujeres.

Al menos eso es lo que me ha sugerido la lectura de un especial sobre el cine de Sam Peckinpah del último número de la revista "Fotogramas", donde tildaba la relación de los protagonistas de "Grupo salvaje", considerado uno de los mejores westernes (crepusculares) de la historia, de "tamizada homosexualidad". Vamos, que unos tíos sudorosos, llenos de polvo y mugre que se dedican a atracar bancos, emborracharse y correrse juergas con mujeres desnudas cuando no están demasiado ocupados atacando trenes o matando al que se les pone por delante, en realidad son un grupo de gays que se vigilan, pero que muy bien, las espaldas los unos a los otros. O sea, te lo juro, un grupo muy "salvaje", de verdad de la buena.

Sin embargo, no menos preocupante es otra expresión en la misma revista, esta vez en una reseña de la nueva película de Guy Ritchie, su versión postmoderna y anfetamínica de Sherlock Holmes, sobre la relación entre el famoso detective y su eterno ayudante el Dr.Watson, al referirse a la misma como "una complicidad calculadamente homo". ¿Qué significa "calculadamente homo"? Mucho se ha especulado sobre la relación entre Homes y Watson, a pesar de que este último se casó (aunque él, como buen amigo, prefería pasar el tiempo con su colega), pero esto último me parece excesivo. "Calculadamente homo" suena a previsto, a escrito en el guión o a efecto buscado por el director (humm, ahora que lo pienso, en "Lock and stock" eran cuatro amigos inseparables, en "Snatch" dos socios como hermanos, en "Revolver" Ray Liotta aparecía en calzoncillos y en "Rock and Rolla" uno de los miembros del "grupo salvaje" (¡¡!!) salía del armario; Guy, ¿intentas decirnos algo?).

Lo que es más extraño de todo esto es la coincidencia en el mismo número de fotogramas. No puedo recordar si es primera vez o no que esta revista suelta este tipo de perlas, pero ya puedo imaginarlos delante de un proyector examinando las películas fotograma a fotograma (¿lo pilláis?) buscando algún resquicio de homosexualidad en las películas de Disney o incluso en las de Stallone ("vaya, parece que a ese le ha mirado el culo antes de arrancarle la cabeza, ¿no?", "marica"). Cuidado, gays del cine, "Fotogramas" vela por la heterosexualidad en las pantallas. Podéis correr, pero no esconderos. Advertidos quedáis.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Shutter Island


La gente se esperaba otra cosa. Esperaban mafiosos, calles y redención. Y va Scorsese y les pone delante una historia con poli, sí, pero también con psiquiátrico y terror incluidos. Pero que nadie se equivoque, no ha hecho nada diferente a lo que nos tiene acostumbrados, es decir, nada que se aleje de lo que entendemos por obra maestra, o al menos, cine del bueno.

En su cuarta colaboración con DiCaprio (esto ya empieza a ser una factoría con un producto excelente) nos encontramos con un thriller de corte clásico: una interna se ha fugado de un psiquiátrico penitenciario en una isla y un par de agentes federales (DiCaprio y Mark Ruffalo) acuden al centro dirigido por un psiquiatra que cree en una terapia diferente (Ben Kingsley) y donde las cosas no son lo que parecen.

Desde la imagen inicial, un barco que aparece entre la niebla, ya nos remite directamente al cine clásico, a las películas de terror en blanco y negro, o incluso, a la serie B, con ese faro donde, se dice, ocurren cosas terribles. Esto se percibe también en el uso de ciertos planos o música (la entrada al psiquiátrico, acercándose con la música en crescendo es impagable).

Al ambiente claustrofóbico y obsesivo (que va aumentando hasta explotar en un final impresionante) se le añaden unas interpretaciones excelentes, donde destaca DiCaprio, en la que puede que sea su mejor actuación con Scorsese hasta ahora (por lo visto tienen en el punto de mira más de un proyecto) y Ben Kingsley, aportando a su personaje el refinamiento y misterio que necesita.

En definitiva, Scorsese no nos ha traído de nuevo las malas calles, pero nos ha llevado a un lugar igualmente peligroso, oscuro y turbulento, nos ha llevado al interior del miedo. Tras verla solo me queda una pregunta: ¿qué hubiera pasado si el proyecto hubiese ido a parar a su primer candidato, David Fincher?