Se le acababa la cerveza y todavía no tenía ganas de volver a casa, así que pidió otra y siguió dándole vueltas al asunto. Necesitaba el dinero, sí, pero también sabía que una vez que entrara en el juego no podría salir. Aquello no era un club de campo. Sabía lo que les pasaba a los que no cumplían sus tratos con el Griego. O si no, ¿de dónde había salido aquel cadáver sin manos ni cabeza? Joder, esos tipos jugaban fuerte. Pero también la paga merecía la pena. Podían pagarle por un par de trabajitos lo que ganaba en un año descargando en el muelle. Y eso hablando de un buen año.
A su lado se sentó un chico joven. No más de veinticinco años, con siete a sus espaldas en el puerto. Era lo que había sido su padre, y lo que serían sus hijos. Verle allí sentado le recordó aquellos buenos tiempos, cuando creía que iba a comerse el mundo, y lo que acabó fue cargando cajas. Cajas del otro lado del océano, de todas partes. Sabía lo que contenían, pero para él lo mismo hubiera dado que estuvieran llenas de polvo. La única verdad es que las cajas se movían, él no. Quizás había llegado la hora de moverse.
Dejó un billete encima de la barra, palmeó la espalda del chico y le dijo que invitaba a la siguiente. Después se levantó, se acercó al teléfono y sacó del bolsillo el número del Griego.
5 comentarios:
Buen relato, yo ya espero los frutos de esa llamada, cigarrillo en mano...
Ay, uno de esos momentos en los que tienes que decidir entre arriesgarte o seguir estancado... difícil sin duda...
Quizás haya llegado la hora de moverse, sí, pero quizá tan tarde que ya no importa la dirección, delante o detrás...
Muy bueno, como siempre.
Un saludo!
Es genial! Por cierto, que ha sido tremendo el hecho de llevar buscando la película "SMOKE" como 6 meses, y esta tarde entro en un blog con enlace a este y me ecuentro con ella...en dos imágenes fantásticas.
Ha sido muy chulo. Me gusta ese tipo de cine, y lo que comentas.
En fin, un saludo desde Cartagena.
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